miércoles, 13 de junio de 2007

Contexto Histórico





La cuestión social


A lo largo del siglo XIX, el desarrollo de la tecnología y la actividad industrial irrumpió hasta en los más lejanos rincones del planeta y con sorprendente rapidez. La burguesía extendió por el mundo su concepto de progreso, tejiendo como una telaraña su red de intereses económicos con los hilos del ferrocarril, el telégrafo y la electricidad. Con mucha velocidad expansiva, el nuevo modelo de producción industrial daba a luz a millones de proletarios que debían vender a bajo precio su fuerza de trabajo.
El reemplazo de la manufactura por la fabrica y mecanización de la agricultura en el mundo rural, provocó un alto índice de cesantía entre artesanos y campesinos, que terminaron engrosando las filas de la nueva clase social: el proletariado o la clase obrera.
El aumento vertiginoso de los índices de producción industrial en las economías europeas, determinaron la escasez de fuentes energéticas y de materias primas en el viejo continente. Esta necesidad lanzó a las potencias coloniales a extender sus áreas de influencia hacia todos los continentes.
El nuevo modo de producción industrial, al igual que el desarrollo de los nuevos sectores proletarios no reconocían fronteras, y desde Europa y Norteamérica se extendían por el mundo las nuevas manifestaciones de la desigualdad social, sintiéndose cada vez más lejanas las consignas de libertad, igualdad y fraternidad con que la burguesía había abierto las puertas de la Historia Contemporánea.




Las manifestaciones del problema social



Las relaciones laborales: las relaciones que impuso la burguesía industrial agudizaron la situación de inferioridad del proletariado, totalmente desprotegido de los patronales al no existir normas legales que regularan los contratos de trabajo, los salarios, la jornada laboral o la seguridad social. Al conjunto de legítimas demandas y reivindicaciones de la clase obrera se le llama “cuestión social”.

La jornada de trabajo:
Tanto el proletariado minero como el industrial, debían soportar jornadas laborales de entre 12 a 14 horas diarias de trabajo efectivo, a las que se sumaba el tiempo de traslado desde su lugar de residencia hasta el de las faenas. Las pocas horas que quedaban libres debían ser empleadas por los trabajadores en el intento de recuperar la energía para la nueva jornada. El tiempo para recreación y las relaciones familiares eran un lujo casi desconocido. Esta inhumana condición era tanto más grave, en cuanto los conceptos de vacaciones o de descanso dominical solo fueron reconocidos en muchos países a fines del siglo XIX y comienzos del XX.

La dureza de la disciplina laboral: La fábrica maquinizada y la producción en serie, impusieron nuevas condiciones laborales y una disciplinada organización basada en los criterios de rentabilidad y eficiencia. Legiones de obreros comenzaban sus labores al sonido de una sirena o al tañer de las campanas de la fábrica, y solo podían cesar de sus funciones al escuchar la misma señal. Se castigaba con multa al obrero que no tuviera la máquina limpia, al que interrumpiera su trabajo por cualquier necesidad o al que hablara o silbara durante la actividad.

La inseguridad y desprotección del obrero: El trabajador debía poner a un sustituto si se enfermaba; no recibía el salaria por los días de ausencia y podía ser despedido sin ningún derecho. Por lo general, los lugares de trabajo no reunían las condiciones mínimas de seguridad, higiene y salubridad. Los accidentes y las enfermedades laborales no se imputaban a los empresarios y se consideraban de la responsabilidad del trabajador.

El trabajo infantil: Los niños, por ser más sumisos y por cobrar un salario menor, constituyeron una mano de obra muy rentable. En muchos casos se les escogían para labores en minas u otros lugares estrechos donde no cabía un trabajador adulto.

Las habitaciones obreras: Si la condiciones en la fabrica eran inhumanas, la vida en los barrios obreros reunía todas las formas de miseria material y espiritual. Las viviendas carecían de espacio, servicios sanitarios, luz y ventilación. El hacinamiento, la escasez de agua potable y la inexistencia de áreas verdes transformaban a los barrios obreros en verdaderos focos de infecciones y enfermedades.

Embrutecidos por el trabajo desde la infancia, desnutridos, desarraigados y marginados de la sociedad, los trabajadores soportaron y padecieron los costos altísimos de la revolución económica.




El Movimiento Obrero


Desde los inicios de la Revolución Industrial, los obreros intentaron asociarse para defender sus derechos frente a la codicia del capitalismo; sin embargo, los primeros intentos fueron muy locales, inorgánicos y espontáneos. Las revoluciones burguesas europeas de comienzos del siglo XIX dejaron algunos resabios feudales que obstruían el movimiento republicano y el desarrollo de la industria. La burguesía encabezó la lucha contra la nobleza feudal, apoyada por obreros y campesinos, pero muy pronto esas conquistas demostraron ser insuficientes para los trabajadores. No tardaría en llegar el enfrentamiento con los grandes capitalistas industriales en la búsqueda de condiciones laborales y de vida más justas y equitativas.




El anarquismo

Las ideas anarquistas de fuerte influencia en el movimiento obrero en la segunda mitad del siglo XIX, tiene como al principal exponente: Mijail Bakunin. El denominador común de las diversas tendencias anarquistas es el rechazo a toda forma de autoridad y organización que les sean impuestas a la personas; en consecuencia rechazan la existencia del estado por considerarlo la principal fuente de represión del individuo. Defienden la libertad total rechazando todo tipo de poder. La propiedad privada se considera un robo, y debe ser extirpada de la sociedad, junto con la supresión progresiva del derecho a ala herencia. Para los anarquistas , los campesinos constituyen masas revolucionarias en potencia. Por último, los anarquistas abominan la política, no llegan a formar partidos sino sindicatos, y no participan en el juego electoral ni en la vida parlamentaria, ya que para ellos, lo único y lo más importante es reivindicar la situación de pobreza que sufría la mayoría de la población trabajadora del viejo continente.





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